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Movimientos sociales en los reinos peninsulares durante la Baja Edad Media

Publicado por Raquel

Alfonso V el Magnánimo de AragónEl siglo XIV se caracterizó en toda Europa Occidental por una profunda crisis, que tuvo varios frentes. Desde el punto de vista social, se vieron algunos enfrentamientos entre la nobleza rural predominante y la emergente burguesía urbana. Además, se sucedió una época de constantes crisis de subsistencia, debido a unas malas cosechas consecutivas. La ciudadanía no tuvo suficiente con ello, ya que esta centuria, además, fue escenario de una fortísima epidemia de peste negra, que menguó la población, especialmente en la costa y en las ciudades.

Todos estos síntomas de crisis no fueron ajenos a la Península Ibérica. Castilla y Aragón se vieron azotadas por todas las circunstancias ya comentadas. En ambos casos, además, debemos comentar que entre los siglos XIV y XV se produjo un cambio dinástico, con la victoria de Enrique II de Trastámara en Castilla y la proclamación de Fernando de Antequera como rey de Aragón. En el caso primero, se favoreció en gran medida a la nobleza. Esto provocó la inquietud de la burguesía, cada vez más presente en las ciudades peninsulares.

Vamos a centrarnos, a continuación, en varios movimientos sociales que se produjeron en la Península Ibérica, reflejos de esta situación de crisis ya comentada.

En primer caso se produjo en Cataluña. En esta región de la Corona de Aragón se venían dando los denominados “malos usos”. Estos eran ejercidos por la nobleza rural, y consistían en ciertos privilegios como el derecho de pernada, multas por abandonar las tierras, por adulterio, etc. Esta situación, unida a la crisis de subsistencia que venía sufriendo Cataluña, provocó que los campesinos se agruparan en unos grupos de protesta, llamados “remensa”. Su acción desembocó en tres guerras internas en la región, las llamadas “Guerras de la Remensa”.

Los reyes aragoneses mantuvieron una actitud ambigua respecto a estos conflictos entre la nobleza y los campesinos. Pero las luchas necesitaron de la mediación de los soberanos, además de las Cortes ante una posible intervención del ejército. La Primera Guerra de la Remensa terminó en el reinado de Fernando de Antequera, al firmarse la “Sentencia arbitraria de Guadalupe”. Con ello, se ponía fin al conflicto, aunque se debía indemnizar a la nobleza por los gastos habidos. Evidentemente, los campesinos no quedaron conformes, lo que provocó dos nuevas guerras. El final de las mismas no varió demasiado la realidad, con lo que el campesinado catalán quedó muy dañado tras las luchas.

En la isla de Mallorca también se produjo un importante conflicto social, conocido como la “Revuelta Foránea”. En este caso, el problema venía por la hegemonía de la ciudad de Palma sobre el resto de los municipios de la isla; ello provocó un reparto desigual de la riqueza y una recaudación de impuestos que beneficiaba más a la capital, en contra de los deseos del resto de ciudades.

Los municipios mallorquines se pusieron en pie de guerra ante estas injusticias, lo que no pasó indiferente a la monarquía. Alfonso V el Magnánimo envió a la Armada aragonesa a la isla, que redujo en poco tiempo la revuelta. Las consecuencias del conflicto fueron nefastas para la isla. El rey obligó a los municipios pagar los costes de la intervención del ejército, lo que arruinó la economía mallorquina.

Otro importante conflicto social de la Baja Edad Media se produjo en Galicia. En esta región del reino de Castilla, la alta nobleza ostentaba muchísimo poder, sobre todo en el campo. Esta situación favoreció la unión de intereses entre el resto de grupos sociales, que le declaró la guerra. Comenzaban de esta manera las “Revueltas Irmandiñas”, de las hermandades que se formaron para la lucha.

En principio, el grupo sublevado formado por pequeña nobleza, burguesía y campesinado avanzó en sus propósitos. Sin embargo, la enorme diferenciación ideológica del grupo favoreció su desunión. La alta nobleza gallega no desaprovechó esta circunstancia, reprimiendo duramente el movimiento de hermandades.

Cataluña, Mallorca y Galicia no fueron los únicos escenarios de luchas sociales en la Baja Edad Media. Otras regiones de Castilla también vivieron episodios parecidos. Y es que la realidad en esta época era que la crisis generalizada del siglo XIV había menguado muchísimo a la población peninsular. Su malestar se reflejó en todas estas revueltas sociales ya comentadas.

Además de estos conflictos, también es importante mencionar los movimientos sociales que tuvieron lugar en el Reino de Navarra. Durante la Baja Edad Media, Navarra se vio sacudida por una serie de revueltas campesinas conocidas como las «Guerras de Banderizos». Estos conflictos surgieron debido a la lucha por el poder entre diferentes bandos de la nobleza, que arrastraron a la población campesina en sus disputas. Las Guerras de Banderizos fueron especialmente violentas y causaron una gran inestabilidad en el reino.

En el Reino de Portugal, también se produjeron conflictos sociales durante este periodo. La «Crisis de 1383-1385», también conocida como la «Interregnum», fue una guerra civil que tuvo lugar tras la muerte del rey Fernando I sin un heredero masculino. Esta crisis llevó a una lucha por el poder entre la reina Leonor Teles y su amante, el conde de Ourém, y el maestre de la Orden de Avis, Juan, que finalmente fue proclamado rey como Juan I de Portugal. Durante este conflicto, se produjeron numerosas revueltas y levantamientos populares en todo el reino.

Estos conflictos sociales y revueltas en la Península Ibérica durante la Baja Edad Media son un claro reflejo de las tensiones y descontentos que surgieron como resultado de la crisis generalizada del siglo XIV. La lucha por el poder, los derechos y las riquezas, así como la presión de la peste negra y las malas cosechas, crearon un ambiente de inestabilidad y conflicto que marcó profundamente la historia de esta época.