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Hernán Cortés (IV)

Publicado por Helena

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La tripulación del Concepción capitaneada por el segundo de a bordo Fortún Jiménez, el cual tras haberse amotinado se había hecho dueño del barco, no reaccionó como cabría de esperar en unos hombres de bien.

Arrasaron con las riquezas de los indígenas y abusaron de sus mujeres. El desorden había llegado a la pacífica vida de los indígenas sin que estos lo hubieran buscado en lo más mínimo. Y entonces reaccionaron. Y su modo de reaccionar fue causando violentos enfrentamientos con Fortún y sus hombres, que acabaron con la vida de este y con la mayor parte de la tripulación. Los pocos españoles que pudieron escapar serían un tiempo más tarde después de navegar en condiciones penosas, hechos prisioneros por los hombres de Nuño de Guzmán, quien sin pretenderlo ayudó de este modo a Cortés, al vengarlo apresando a los hombres que se habían amotinado contra su capitán.

Después de este nuevo fracaso (aunque no en lo que a descubrimientos se refiere), se dispuso la tercera expedición. Hernán Cortés estaba harto de que las cosas no salieran como él esperaba, por lo que decidió ser el mismo el que capitaneara la tercera travesía. Esta tendría que ser planeada con la mayor de las precisiones, porque no se podría permitir un nuevo fracaso.

Así, decidió que este nuevo viaje lo prepararía desde el terreno de su enemigo Nuño de Guzmán, el cual, de un modo totalmente arbitrario y sin razón le había requisado dos barcos: por un lado el navío de la primera expedición, y por el otro, el navío Concepción de la segunda expedición. Y marchó con sus hombres sobre la provincia de Nueva Galicia.

Desde allí organizó una nueva travesía esta vez con tres barcos, el San Lázaro, que había regresado a salvo de la primera travesía, la Santa Águeda y el Santo Tomás, que se unirían a su ejército de tierra para enfrentarse al gobernador Nuño de Guzmán. Al llegar a la provincia de Santiago de Galicia de Compostela, el intrépido Cortés fue acogido de muy buenas maneras por el gobernador de Nueva Galicia, y esto a pesar de la gran enemistad que existía entre ambos. Las crónicas han atribuido este hecho a que la fama de Cortés le precedía, es decir, empezó a correr la voz de que Cortés volvía a montar una expedición, y que el éxito, por ser el quien era estaba asegurado, por lo que la gente empezó a ofrecerse para acompañarlo, con lo que formó un gran ejército, y esto asustó a Nuño de Guzmán.

Después de pasar unos días en el territorio de Nueva Galicia, Cortés partió al mando del buque San Lázaro y de toda la expedición. Tan pronto partió el gobernador Nuño de Guzmán remitió su queja a las autoridades, explicando que el conquistador de México había invadido sus tierras. Otra vez asomaba el odio de la vieja enemistad.

La expedición tomó rumbo al noroeste y el día 3 de mayo de 1535 llegó a una bahía a la que le pondría el nombre de Santa Cruz. Allí estableció una colonia, pero por diversos avatares del destino tuvo que regresar a Vuelva España: se había quedado sin víveres ni medios para alimentar la población y regresó, llevándose a la población española con él.