Antiperonismo
El peronismo es el partido político que surgió de la mano de Juan Domingo Perón y los sindicatos en 1945, primero llamado Partido Laborista; y a posteriori, recién se lo llamó peronista, cuando hubo fusión con otros partidos, para luego adoptar la denominación de justicialista, cuando la ley de 1971, impidió que los partidos lleven el nombre de alguna persona.
El peronismo, que implementó una política de estado de Bienestar, creó una fuerte adhesión de muchos sectores, especialmente los más vulnerables, desempleados y obreros, quienes tributaron a su líder una confianza absoluta y un respaldo total; pero así como Perón, fue el ídolo de las masas populares, que crecieron cuando la población rural inició un proceso de emigración hacia las ciudades donde se convirtieron en obreros industriales, mal pagados; como todo líder carismático, también generó rechazos y odios tan grandes como los amores que cosechó, lo que hizo nacer una ideología adversa, especialmente entre los intelectuales, entre los que podemos nombrar a Jorge Luis Borges y Julio Cortázar conocida como antiperonismo, a los que se denominó también “gorilas”, término casual que se tomó de un programa de humor.
El antiperonismo no desconocía, al menos en su prédica, los valores de justicia social, valuarte de su ideología, sino el modo de gobernar al que calificaban de demagógico, paternalista y autoritarismo, manifestando el rechazo al gran poder dado al sindicalismo y al desarrollismo, y la postura antiimperialista. La posición de neutralidad que tomó la Argentina en la Segunda Guerra Mundial, contribuyó a generar mayor malestar hacia el peronismo, al que consideraron aliado al nazismo y al fascismo.
Las ideas del antiperonismo se plasmaron en varios periódicos y revistas, como Sur, revista de corte liberal y La Vanguardia un periódico socialista.
En 1945, Spruille Braden, embajador de Estados Unidos en Argentina lideró una alianza antiperonista, la Unión Democrática, integrada por partidos de izquierda y de derecha, empresarios y movimientos estudiantiles.
A partir de 1955 y el golpe militar conocido como Revolución Libertadora, contra Perón, la tensión se intensificó.
Muchos partidos políticos se dividieron para agrupar a antiperonistas puros, y a opositores moderados al peronismo, o con ciertas afinidades.
En 1957, la Unión Cívica Radical, bajo el liderazgo de Ricardo Balbín se conformó como UCRP (Unión Cívica Radical del Pueblo) de marcada ideología antiperonista, que se diferenció de la UCRI que bajo la dirección de Arturo Frondizi, tenía mayor acercamiento al peronismo.
El sector antiperonista más puro del socialismo, formó el Partido Socialista Democrático; y el Partido Demócrata Nacional, de ideas conservadoras, se acercó al peronismo en un grupo comandado por Vicente Solano Lima, mientras que los antiperonistas se concentraron en torno a la figura de Horacio Thedy.
El antiperonismo violento se expresó por ejemplo el 15 de abril de 1953, con el atentado ocurrido en Plaza de Mayo y el bombardeo de esa Plaza dos años más tarde; además de participar en varios golpes de Estado (1951, 1955 y 1976).
A lo largo de las décadas, el antiperonismo ha evolucionado en sus formas y manifestaciones. Durante los años 60 y 70, el antiperonismo se vio reflejado en la resistencia de ciertos sectores de la sociedad a las políticas implementadas por los gobiernos peronistas, así como en la formación de alianzas políticas que buscaban contrarrestar su influencia. En este contexto, la figura de Perón, incluso en su exilio, seguía siendo un punto de polarización en la política argentina.
En los años 80, con el retorno de la democracia, el antiperonismo se reconfiguró nuevamente. La llegada de Raúl Alfonsín al poder en 1983, representando a la UCR, marcó un periodo donde el antiperonismo se canalizó a través de la institucionalidad democrática. Sin embargo, la crisis económica y social de finales de los 80 debilitó esta postura, permitiendo el retorno del peronismo al poder con Carlos Menem en 1989, quien implementó políticas neoliberales que sorprendieron a muchos de sus detractores y seguidores.
En el siglo XXI, el antiperonismo ha continuado siendo una fuerza relevante en la política argentina, aunque sus características han cambiado con el tiempo. La figura de Cristina Fernández de Kirchner y su estilo de gobierno han revitalizado el debate entre peronistas y antiperonistas, con nuevas generaciones tomando parte en esta histórica dicotomía. La polarización política en Argentina sigue siendo un reflejo de las profundas divisiones que el peronismo y el antiperonismo han sembrado a lo largo de la historia del país.
El antiperonismo, por tanto, no es solo una reacción política, sino también un fenómeno cultural y social que ha influido en la identidad argentina, reflejando las tensiones y contradicciones de una nación en constante búsqueda de su camino.