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María de Borgoña

Publicado por Víctor

María de BorgoñaMaría de Borgoña (Bruselas, 1457-Brujas, 1482) fue la única hija del matrimonio entre Carlos el Temerario (1433-1477), duque de Borgoña e Isabel de Borbón. Fue, de hecho, la descendiente en solitario del duque borgoñón, que estuvo casado en tres ocasiones. Su vida fue breve, pero sumamente turbulenta, por motivo de los conflictos políticos que en la segunda mitad del siglo XV sacudieron centroeuropa por razón del expansionismo francés.

María nació en una época en la que el ducado borgoñón experimentaba su mayor poderío, bajo el gobierno del duque Carlos el Temerario, cuyas ambiciones expansionistas a costa de los intereses franceses acabarían costando caro al ducado. Su madre, Isabel de Borbón, fue la segunda esposa de Carlos. El duque tuvo su único descendiente de ese matrimonio, a pesar de no sentir ningún aprecio por Isabel de Borbón, ya que él quería contraer nupcias con Margarita de York. El tratado de Arras firmado por su padre, no obstante, le obligó a casar con una princesa de sangre francesa.

María creció en un ambiente de lujo y poder, pero también de tensiones políticas y conflictos. Desde muy joven, se le inculcó la importancia de su papel como heredera del ducado, y se le preparó para asumir sus responsabilidades. A pesar de su corta vida, María demostró ser una líder capaz y decidida, que no dudó en tomar decisiones difíciles para proteger sus territorios y a su pueblo.

Cuando contaba diecinueve años, su padre el duque murió traicionado durante el asedio de Nancy (1477) y María quedó como heredera de un vasto dominio. Como soltera que era, los intereses centroeuropeos se debatían por su mano en el apremiante interés de poseer los Países Bajos y la Borgoña, algunos de los territorios más ricos de Europa. El rey de Francia, Luis XI, se apresuró por proponer a su hijo el delfín, Carlos VIII, como marido de María. Luis XI pretendía que el hijo de Carlos, su nieto, heredase un inmenso patrimonio en los Países Bajos y en el extremo oriental de Francia, pero su madrastra Margarita de York la convenció de que desoyera las propuestas francesas, pues fueron ellos los que, al fin y al cabo, habían asesinado a su padre.

Necesitada urgentemente de apoyos (Luis XI invadió Borgoña inmeditamente después de la negativa de María) la duquesa partió a territorio de los Países Bajos solicitando la ayuda de sus vasallos en la defensa de los estados del ducado. Los representantes de los Países Bajos acordaron prestar su ayuda a María a cambio de que les fuesen devueltos los privilegios que el duque Carlos les había arrebatado en su precipitado intento de crear una monarquía fuertemente centralizada. Las garantías y devoluciones pactadas por María con sus súbditos en los Países Bajos son conocidas como el Gran Privilegio, firmado en febrero de 1477 en Ghent. La duquesa se comprometía entre otras cosas, a contar siempre con la aprobación del Parlamento para poder declarar la guerra, solicitar la paz, o subir los impuestos.

En su búsqueda de un matrimonio que la permitiese enfrentarse a los franceses, María terminó por aceptar la oferta de matrimonio del archiduque de Austria, Maximiliano, con el que contrajo nupcias en Agosto de 1477, también en Ghent. Con este matrimonio, el territorio de los Países Bajos quedaría vinculado al ducado de Austria primero, a la corona española más tarde, hasta principios del siglo XVIII. Maximiliano y María tuvieron tres hijos: Felipe el Hermoso (1478-1506), que casó con Juana de Castilla; Margarita de Austria (1480-1530), casada en primeras nupcias con el infante Juan de Aragón (1478-1497) y en segundas con Filiberto de Saboya; y finalmente el infante Francisco, que murió poco después del parto (1481).

A pesar de su corta vida, María de Borgoña dejó una huella indeleble en la historia de Europa. Su matrimonio con Maximiliano de Austria no solo cambió el mapa político de la época, sino que también sentó las bases para la formación del Imperio Habsburgo, una de las dinastías más poderosas de la historia.

Amante de los paseos a caballo junto a su esposo el archiduque (más tarde Sacro Emperador), María murió a los veinticinco años como consecuencia de una caída de su montura, cerca de Brujas, Bélgica, en 1482. Su muerte prematura dejó un vacío en el poder que desencadenó una serie de conflictos y luchas por la sucesión. Sin embargo, su legado perduró, y su influencia se puede rastrear en la historia de Europa hasta el día de hoy.