Historia
Inicio Inglaterra, Siglo XX El Informe Beveridge

El Informe Beveridge

Publicado por Pablo

William BeveridgeWilliam Henry Beveridge fue un economista, y reformador social, británico. Su principal aportación a la teoría política, económico y social posterior fue la creación del célebre Informe Beveridge (o Beveridge Report, cuyo nombre completo era Report on Social Insurance and Allied Services), el cual formó las bases del futuro “Estado de Bienestar” (welfare state), en el Reino Unido.

Beveridge nació en Bengala, en 1879. Hijo de un juez destinado en el Indian Civil Service, se educó sin embargo en Oxford, en el Balliol College. Enseñó leyes, escribió artículos para el Morning Post, y, en 1908, entró en el Ministerio de Economía (Board of Trade) de la mano de Winston Churchill. Allí, su preocupación principal fue controlar el desempleo, lanzando soluciones innovadores y convirtiéndose pronto en una autoridad en la materia: llegó a publicar una obra llamada “Desempleo: un problema de la industria”, en 1909.

Desde 1909, y hasta 1916, Beveridge dirigió unos servicios de empleo que él mismo creó, expandiendo los seguros de desempleo y las compensaciones a los parados. Esos servicios pasaron después a ser el pequeño Departamento de Empleo dependiente del Ministerio de Economía y, más adelante, se convertirían en el Ministerio del Trabajo, hoy presente en casi todas las democracias occidentales.

También fue director del London School of Economics entre 1919 y 1937. Su prestigio y buen hacer ayudaron a convertir este instituto económico en una institución de gran reputación internacional. Formó parte importante, a su vez, del University College, y presidió la Royal Statistical Society.

El Informe Beveridge fue el resultado de un duro trabajo conjunto, en el que participaron hasta once altos funcionarios del gobierno. Fue un ambicioso proyecto de seguridad social, entendida sin límites de ningún tipo –esto es: universal-, y formada sobre la base de una legislación social vinculante. Preveía que las administraciones públicas habían de hacer frente del sostenimiento de los sectores más desfavorecidos de la sociedad: parados, enfermos, y ancianos. La novedad ideológica del Informe Beveridge no fue, en cualquier caso, promover las ayudas estatales a estos colectivos, ayudas que ya se llevaban a cabo, en mayor o menor medida, en muchos países. La verdadera innovación fue considerar que esas ayudas no eran un mero parche, un arreglo a los desperfectos de la economía, o un servicio de “caridad estatal”, sino que, por el contrario, el bienestar de la sociedad era una “responsabilidad del Estado”. Venía a decir, pues, que todo ciudadano, por el mero hecho de serlo, tenía derecho a participar de los beneficios de la economía, y que era papel del Estado proveerle el acceso a estos.

El Informe fue, en principio, recibido con cautela tanto por el Gobierno como por la opinión pública. No era de extrañar, en un país donde la filosofía del “laissez-faire” había sido una religión abandona sólo unos pocos años antes, que no se recibiera con los brazos abiertos una teoría que pretendía aumentar prodigiosamente el tamaño del Estado. Sin embargo, y a pesar de esas reticencias, los gobiernos británicos aplicaron desde el principio las recomendaciones de Beveridge, dando inicio al exitoso Estado de Bienestar británico.