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La Batalla de Salta

Publicado por Hilda

Batalla de SaltaLa Batalla de Tucumán significó un gran triunfo patriótico. Luego de ella, la moral de las tropas se hizo más optimista y su número, al igual que el armamento, se aumentó y mejoró en calidad.

El comienzo de 1813, fue también el inicio del derrotero rumbo a Salta, con 3.000 hombres, lugar donde se había refugiado Tristán, luego de su derrota. Allí, el jefe realista, se acuarteló y se reorganizó aprovechando la ayuda que desde el Alto Perú le enviara el general Goyeneche, su primo.

Al llegar a las orillas del río Pasaje, que a partir de ese momento tomó el nombre de Juramento, las tropas juraron fidelidad a la Asamblea, recientemente inaugurada en Buenos Aires (La Asamblea del Año XIII) y a la bandera creada por Belgrano, que por vez primera ondearía en la batalla de Salta.

La entrada a Salta por Portezuelo había sido fortificada por Tristán, lo que hacía casi imposible el acceso, salvo por la ayuda de un salteño, el capitán Apolinario Saravia, que los guió en medio de la lluvia, atravesando la quebrada de Chachapoyas, con 12 piezas de artillería y 50 carretas, aprovisionadas, por un camino dificultoso y estrecho, por el norte. Saravia, a quien apodaban “Chocolate” por el tono oscuro de su piel, se infiltró, en la ciudad, para informarse de la ubicación del enemigo, simulando ser un aborigen que llevaba un cargamento de leña.

A las 11 de la mañana del día 19 desde la pampa de Castañares comenzó el ataque hacia la retaguardia de los realistas.

Las fuerzas revolucionarias, el día 20, avanzaron contra Tristán, con la caballería a los lados y la infantería en la zona central, mientras Martín Dorrego se encargaba de los reservistas.

La mayor dificultad de los hombres de Belgrano, estuvo en el flanco izquierdo, y la mayor fortaleza enemiga, en el ala derecha y en el centro, pero con la ayuda de la reserva y la artillería pudo resistirse. Belgrano mismo estuvo al frente de la caballería mientras la infantería al mando de Superí, Pico y Forest, lograron entrar al ciudad. Reunidos en el centro de la ciudad, en la Plaza Mayor los realistas decidieron rendirse.

El pacto de rendición se hizo en condiciones honorables. Las tropas enemigas se retirarían al día siguiente, sin ser perseguidas, con honores de guerra, pero con la promesa de que nunca más atacarían a los revolucionarios. Solo alrededor de 300, de los dos mil ochocientos que juramentaron, no cumplieron su promesa. Las armas enemigas pasaron a engrosar el ejército del norte.

Hubo intercambio de prisioneros, los realistas, por los patriotas que se hallaban prisioneros de Goyeneche en el Alto Perú. La retirada se hizo precedida de un abrazo entre los dos jefes de los bandos oponentes, que eran amigos de antaño, antiguos compañeros de claustro y habían compartido una misma vivienda, y hasta idéntico amor por una misma mujer (Tristán era peruano, pero había optado por pelear en el bando español, luego de su enfrentamiento con Castelli).

El dinero otorgado a Belgrano como recompensa por la Asamblea Constituyente, fue donado por el prócer para la construcción de escuelas.

El monumento “20 de febrero” o “A la batalla de salta”, se emplaza en esa ciudad para conmemorar esa gloriosa fecha.

Vilcapugio y Ayohuma, esperaban al Ejército del Norte, para poner fin a su ruta de victorias.