Segunda Campaña al Alto Perú
Luego de la batalla de Huaqui, el Ejército del Norte, que estaba a cargo de Juan Martín de Pueyrredón, pasó a ser conducido, tras el reconocimiento del mismo Pueyrredón sobre sus ineptitudes para mandar las fuerzas, por el general Manuel Belgrano, el que ya había enarbolado el pabellón celeste y blanco en Rosario, cuando inauguró las baterías “Libertad” e “Independencia”. Belgrano asumió el liderazgo de las fuerzas a partir del 26 de marzo del año 1812.
La batalla de Huaqui, que tuvo lugar el 20 de junio de 1811, fue un desastre significativo para las fuerzas revolucionarias. El ejército patriota, bajo el mando de José Rondeau y Juan José Castelli, fue severamente derrotado por los realistas, que superaban en número y preparación a las tropas revolucionarias. Esta derrota evidenció la necesidad de reformar las tácticas militares y reorganizar el liderazgo, lo que condujo al cambio necesario en el mando, asignando a Manuel Belgrano como líder del Ejército del Norte.
El 23 de agosto de 1812 el general Belgrano ordenó partir a la población desde Jujuy hacia el sur, llevando las pertenencias que pudieran y quemando todo lo que allí quedaba, para que los realistas, que estaban al mando del Brigadier José Manuel de Goyeneche, secundado por su primo, Pío Tristán, que había quedado al frente de la vanguardia, no pudieran aprovecharlo.
Belgrano asumió con firmeza y decidió reorganizar la estructura militar para mejorar la disciplina dentro de las tropas. Redefinió las estrategias con el objetivo de fortalecer las posiciones patriotas en las regiones del noroeste, intensificando la moral de sus hombres con discursos inspiradores y medidas efectivas que fomentaban la unión y el sacrificio por la libertad.
El éxodo jujeño implicó el traslado masivo de más de cien kilómetros de población civil y recursos hacia Tucumán. Se reforzó la estrategia de tierra arrasada, quemando cultivos y propiedades que pudieran ser útiles al invasor. Belgrano entendía que cada sacrificio era un paso hacia la meta de consolidar la independencia, inyectando valentía y decisión entre sus seguidores mientras eludían el avance enemigo.
Belgrano había recibido la orden gubernamental de no enfrentarse al enemigo, sino simplemente defenderse sin batallar. Sin embargo, desobedeciendo las órdenes del Primer Triunvirato, luchó en la Batalla de Tucumán, con un resultado triunfal, el 24 de septiembre de 1812.
Al aproximarse a Tucumán, las fuerzas de Belgrano enfrentaron una situación crítica pero lograron una organización sorprendente que derivó en la victoria. La batalla demostró ser un momento decisivo para el ejército, capturando armas y recursos que quebraron la moral de los realistas y reafirmaron la capacidad de resistencia de los patriotas.
Los españoles se dirigieron hacia Salta, y el Ejército del Norte lo siguió, trabándose en lucha en la Batalla de Salta el 20 de febrero de 1813, con la consiguiente victoria patriótica. Para sellar la paz se firmó una capitulación por la cual el enemigo depondría las armas para siempre. Sin embargo, internados los criollos en el Alto Perú, para abrir un camino que los llevara a Lima, y promover la insurrección en Perú, si bien Tristán cumplió su promesa de no armarse contra los patriotas, el español Joaquín de la Pezuela y sus hombres los atacaron, primero en Vilcapugio, el 1 de octubre de 1813 y luego en Ayohúma, el 14 de noviembre del mismo año, con sendas derrotas patrióticas.
La victoria en la Batalla de Salta representó un impulso significativo para la causa patriota. A partir de este triunfo, las fuerzas revolucionarias recuperaron territorios clave y aumentaron su prestigio entre la población local, ganando nuevos apoyos para la causa independentista, fortaleciendo el compromiso con el proceso revolucionario en una fase decisiva.
Belgrano ordenadamente se retiró a Jujuy, asumiendo el mando de las tropas el general San Martín, quedando Belgrano como su subordinado.