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El califato de Córdoba

Publicado por Hilda

Antecedentes

Luego del asesinato de los omeyas, por parte de los abasíes, que trasladaron el califato a Bagdad, un miembro de los omeyas huyó a España. Al-Andalus (nombre que le dieron a España los musulmanes) fue conquistada en el año 711, derrocando al último rey visigodo, constituyéndose en una provincia que dependía de los omeyas de Damasco. Los cristianos se trasladaron al norte de la Península, en Asturias, donde organizaron la resistencia.

Abderrámán I estableció la capital en Córdoba donde construyó una mezquita y reforzó lazos comerciales con otros países europeos y con Oriente. El mar mediterráneo era el eje de su actividad comercial. Logró el apoyo de los omeyas de Oriente y el Magreb, de los sirios, árabes y beréberes estableciendo una política de tolerancia. Organizó un gobierno donde el poder estaba en manos de hayibes o validos y de los visires o ministros. Sus sucesores debieron enfrentar rivalidades de grupos, y peligros de división.

La creación del califato de Córdoba

El califato de Córdoba fue proclamado por Abderramán III en el año 929 y fue sucesor del emirato independiente fundado en el año 756 por Abderramán I, que introdujo en España los usos orientales.

Abderramán III, creó un estado andalusí floreciente, acabando con las cuestiones internas, conteniendo a los cristianos del norte, donde muchos de sus reinos se vieron obligados a abonar tributo; e independizándose de Bagdad.

Se basó su expansión en un ejercito fuerte, formado por eslavos y beréberes A Abderramán III le sucedió su hijo Al Hakam, que tomó el poder entre los 961 y 976, que continuó con la misma política de progreso. A la muerte de Al Hakam el califato le correspondió a su hijo Hisham II quien por su corta edad debió ceder el gobierno al gran visir Almanzor, quien ejerció políticas de terror contra los cristianos. Los sucesores no pudieron ya controlar el califato, y en el año 1031, a la muerte de Hisham III, el califato fue abolido, y se dividió en taifas (multitud de reinos), siendo el más fuerte el de Sevilla, mientras muchos otros tuvieron efímera duración.