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Hispania, escenario de las Guerras Civiles de Roma

Publicado por Raquel

Julio CésarEl siglo I a.n.e. fue un convulso período para la historia de Roma. Durante esta centuria se vinieron a desarrollar numerosos conflictos internos que terminaron desembocando en el final de la República Romana, para dar paso al Imperio. Y es que la progresiva concentración del poder en una sola persona daría al traste con el sistema republicano de dos cónsules como máximos magistrados. Lucio Cornelio Sila sería el político que primeramente marcara esta tendencia.

Las consecuencias de esta personificación del poder serán varias guerras civiles: Mario y Sertorio contra Sila, Pompeyo contra Sertorio o César contra Pompeyo serían algunos de estos enfrentamientos. Y uno de sus principales escenarios, la Península Ibérica, muchas de cuyas regiones se hallaban en pleno proceso de romanización.

El primer enfrentamiento civil que se produjo en Hispania tuvo como protagonista a Quinto Sertorio. Pertenecía, junto con Cayo Mario, al partido de los “populares”, que se enfrentaba constantemente en el Senado al de los “optimates”, a cuya cabeza se hallaba el propio Sila. El enfrentamiento le llevó a Sertorio a huir a la Península Ibérica, concretamente a la Hispania Ulterior, la más cercana al Océano Atlántico, en el año 81 a.n.e. Allí contó con el apoyo de los lusitanos, que llevaban pocas décadas bajo poder romano, después del asesinato de Viriato y la conquista del territorio. Para hacerle frente, Sila envió a la Ulterior a Quinto Cecilio Metelo, que persiguió a Sertorio por el actual territorio de Extremadura.

A la muerte de Sila, el rebelado “popular” contó en la Península Ibérica con el apoyo de Marco Emilio Lépido, que llegó a Hispania con nuevos refuerzos. Sin embargo, un nuevo protagonista entraba en escena: Cneo Pompeyo, conocido para la posteridad con el sobrenombre de “Magno”. Perteneciente al partido de los “optimates”, fue enviado a Hispania para acabar definitivamente con la sublevación de Sertorio. Y así fue. En el año 72 a.n.e. Pompeyo cercó al rebelde en la ciudad de Osca (actual Huesca), donde terminó siendo asesinado.

Los partidarios de Sertorio se habían extendido por buena parte de la Península, ya que de un primer foco de rebelión en la Ulterior pasaron a la zona norte, cercana a los Pirineos. De esta manera, Pompeyo tuvo que combatirlos desde un campamento militar que tomó su nombre: Pompaelo (actual Pamplona). Esta lucha se extendió por el nordeste y el levante peninsular. De esta manera, llegó a tomar ciudades como Sagunto y Valencia, para pacificar la zona. Y es que la rebelión “popular” de Sertorio había calado en Hispania por su activa oposición a los “optimates”.

En su vuelta a Roma y posterior ascensión política, Pompeyo se encontrará con un fuerte oponente: Cayo Julio César. El que a la postre llegara a ser “Dictador Perpetuo” de Roma también tuvo su protagonismo en la Península Ibérica. En el año 69 a.n.e. fue nombrado cuestor de la Hispania Ulterior. En este momento debemos situar el famoso episodio acaecido en Gades (Cádiz); al contemplar una estatua de Alejandro Magno, César se echó a llorar, pensando que a su edad, treinta y tres años, el macedonio había conquistado el mundo, mientras él todavía no había hecho nada.

Años más tarde, concretamente en el 61 a.n.e., César volvió a la Ulterior, esta vez como gobernador de la provincia. Desde el punto de vista territorial, avanzó hacia el norte cruzando el Duero; por mar, alcanzó las costas de Brigantium (Betanzos, provincia de A Coruña). Durante su gobierno, César llevó a cabo una serie de reformas que beneficiaron a la población local, lo que le granjeó un gran apoyo popular. Sin embargo, sus políticas también generaron resistencia entre los sectores más conservadores de la sociedad romana.

Pero el ascenso político en Roma de Julio César chocó de frente con los intereses de Pompeyo. Aunque en un primer momento formaran, junto a Licinio Craso, el “Primer Triunvirato”, finalmente se produjo el enfrentamiento entre ambos. Y, de nuevo, la Península Ibérica fue uno de sus escenarios; en concreto, Ilerda (Lérida) en el año 49 a.n.e. y la localidad de Munda (posiblemente, la actual Montilla, en Córdoba), en el año 45 a.n.e. En este último emplazamiento tuvo lugar una de las batallas que decidió el triunfo de César en esta nueva guerra civil. Los partidarios de Pompeyo fueron derrotados, lo que inclinó la balanza a favor de su oponente.

Después de su victoria, César se convirtió en el amo indiscutible de Roma. Sin embargo, su poder absoluto y sus reformas radicales generaron un gran resentimiento entre los sectores más conservadores de la sociedad romana, lo que finalmente llevó a su asesinato en el año 44 a.n.e. A pesar de su muerte, el legado de César perduró y su sobrino y heredero político, Octavio, se convirtió en el primer emperador de Roma, marcando el final de la República y el inicio del Imperio.

Se ponía fin de esta manera a una larga crisis de la República Romana, que llevaría a la proclamación del Imperio, con Octavio César Augusto en el año 27 a.n.e. La Península Ibérica, que había sido un escenario crucial en estas luchas de poder, se integró plenamente en el nuevo régimen imperial, convirtiéndose en una de las provincias más importantes de Roma.