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Estados Unidos, durante la época de entreguerras

Publicado por Pablo

Ley SecaLa respuesta que pudo dar Estados Unidos a la crisis generalizada de posguerra fue sumamente distinta a la que ofrecieron tanto Francia como Gran Bretaña. Y la razón principal es bien simple: el esfuerzo bélico norteamericano había sido bastante menor y, sin embargo, los beneficios obtenidos de la guerra fueron ostensiblemente superiores, dado el papel de prestamista que interpretó durante el conflicto, financiando a los aliados occidentales.

Por otra parte, hay que entender también la nueva perspectiva de los acontecimientos: por primera vez en su historia, los Estados Unidos de América se situaban no sólo como primera potencia económica, sino también como líder político y militar del mundo. Ello enfrentó el devenir histórico de Norteamérica a nuevos retos que no siempre supo afrontar.

Así se entiende que, a pesar de la prosperidad económica de entreguerras, Estados Unidos no modificara su política exterior de siempre: aislacionista con respecto a lo que sucedía en Europa; intervencionista hacia su propio continente

Todo ello se dejó ver con importantes consecuencias en la política interior. Tal vez, el rasgo más importante de este periodo sea la aparición de un fundamentalismo moral que hacía de contrapeso a los rápidos avances derivados de la prosperidad y de la sociedad de consumo de masas. Todo anunciaba la liberación de las costumbres, a la que el cine, la publicidad, el jazz pusieron el marchamo de lo deseable, marcando la pauta a la nueva sociedad de masas. Esta contraofensiva moral adoptó componentes xenófobos, especialmente contra los italianos; y tuvo una importante presencia en el debate sobre la enseñanza de teorías darwinistas en la escuela, abogando por el retorno a la Biblia como fuente científica (Tennesse, 1925, tras el proceso Dayton).

Sin embargo, los dos elementos más importantes de este proceso fundamentalista fueron la prohibición del alcohol –la famosa Ley Seca- y la reaparición, con más fuerza que nunca, del Ku Klux Klan. El KKK adquirió una enorme implantación social hasta 1925, con más de cinco millones de miembros.

La Ley seca, por su parte, tuvo una trascendencia más moral que real: el consumo de alcohol, en realidad, no descendió mucho, y su prohibición generó una ola de tráfico ilegal, delincuencia y gangsterismo.

La suma de todos estos elementos se resume en el triunfo de la ideología WASP, que quiere decir White, Anglo-Saxon, Protestant (blanco, anglosajón, protestante): esa era la visión hegemonizada por los inmigrantes de origen británico frente a la nueva ola de católicos mediterráneos. Después de varias oleadas migratorias, por primera vez América del Norte trataba de construir una sociedad homogénea que acabó por producir resultados: la unificación de unas pautas culturales comunes entre todas las etnias y orígenes dispersos por la nación. La popularización del American Way of Life es propio de esta época.

Por otra parte, la evolución de la vida política no presentó, ni mucho menos, los vaivenes europeos. La fortaleza de las instituciones demostró su fortaleza, y la alternancia política continuó con normalidad. La fase final de Wilson como Presidente estuvo marcada por las críticas hacia los principios que había defendido acerca de las nacionalidades y el intervencionismo americano, y sobre todo por una imperioso deseo de “volver a la normalidad”, como pedían los republicanos.

Con esos presupuestos empezó una década de dominio republicano, marcada por tres presidencias: la de Harding, la de Coolidge, y la de Hoover, marcadas por la vuelta a la no intervención del estado en la economía y los principios clásicos del liberalismo conservador.

Pero la crisis del 29 puso boca abajo toda la vida política de la nación, y terminó encumbrando de nuevo a un demócrata: Franklin Delano Roosevelt, quien terminaría liderando a la nación durante la Segunda Guerra Mundial.