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La crisis de 1929

Publicado por Verónica

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La famosa foto de la artista Dorothea Lange, que retrata a una migrante durante la  crisis de 1929Producto de el desplome financiero de la bolsa de valores en el distrito de Wall Street, la también llamada “Gran Depresión” abarcó un década (1929-1939) y supuso la descapitalización de las empresas norteamericanas, con consecuencias económicas en todo el mundo.

En Wall Street se había estado especulando asignando precios ficticios a diversas fuentes de inversión, asunto que termino siendo insostenible. Muchas empresas quebraron. Y aunque las inversiones resultaron afectadas mortalmente, quienes sintieron el rigor de la crisis fueron las clases trabajadoras, que sin ahorros y sin trabajo, se volvieron hacia el comunismo y el fascismo al sentir que el capitalismo no había cumplido con sus promesas de prosperidad para todos.

Tanto en Italia como en Alemania, los partidos con base social se afianzaron en el poder, como fue el caso de los fascistas en el caso del primer país y del partido Nacional Socialista en Alemania. Huelgas, mítines y protestas de obreros y trabajadores se hacen asunto cotidiano en todo el orbe.

La crisis, en realidad, no fue un asunto sorpresivo. En el siglo XIX se había anunciado ya por diversas doctrinas económicas que señalaban los peligros de un crecimiento desmesurado y sin control, aunque los alcances que llegaría a tener la crisis del 29 no fueron previstos por ningún economista.

Hacia inicios de la década de los veinte, las señales del quiebre económico ya eran evidentes en las economías del mundo y particularmente en las cuestiones agrícolas, fuente de la riqueza comercial mundial. Finalmente el colapso sobrevino el 24 de octubre de 1929 con una intensa devaluación financiera en Wall Street, primero en el terreno bursátil que, bajo el efecto dominó arrastró a las bolsas de valores del mundo, provocando una crisis irreversible.

Además, es importante destacar que el crack de 1929 no fue un evento aislado, sino que fue el resultado de una serie de factores económicos, políticos y sociales que se habían ido acumulando durante años. Entre estos factores se encuentran la especulación financiera, la sobreproducción industrial y agrícola, la desigual distribución de la riqueza, la falta de regulación financiera y el endeudamiento excesivo de los consumidores y las empresas.

La crisis de 1929 también tuvo un fuerte impacto en la política internacional. La incapacidad de los gobiernos para responder eficazmente a la crisis contribuyó al auge de los movimientos totalitarios en Europa y a la desestabilización de las democracias liberales. Además, la crisis también exacerbó las tensiones económicas y políticas entre las naciones, lo que finalmente condujo a la Segunda Guerra Mundial.

Muchos norteamericanos, ricos y de clase media habían invertido en la bolsa, los primeros especulando con sus plusvalías, los menos afortunados arriesgando los ahorros de su vida. El quiebre de la banca hizo imposible la recuperación de la industria antes la falta de capitales. Las fábricas cierran, los trabajadores en paro aumentan. Los precios caen, los créditos se paralizan, nadie compra y el consumo se detiene haciendo más alarmante la situación.

El patrón internacional de cambio, el oro, se volvió obsoleto para medir la capacidad económica de países que más que reservas auríferas, tenían su riqueza cifrada en el crecimiento industrial y la habilidad de comercial de sus empresas. Hace tiempo que las economías internacionales habían dejado de depender del oro.

La crisis va a tener un efecto de rebote inesperado: Los EEUU, al abaratar sus productos y los costes de transportación, hacen que países extranjeros, ante el alto costo de producir prefieran importarle a Norteamérica, esto traerá como consecuencia la que fabricar dado que les sale más barato lo último, pero los países que entran en crisis colocan en el mercado internacional productos a precios más bajos que los norteamericanos, por lo que esta crisis “exportada” regresa a los EEUU convertida en hiperinflación.

EEUU intentó recuperarse cobrando la inversión que había hecho durante la Primera Guerra Mundial, medida que golpearía fuertemente a Alemania, de por sí ya con una economía muy minada e imposibilitada para pagar esa deuda.

Los países en crisis adoptaron medidas para proteger sus economías: subieron los intereses bancarios y los impuestos arancelarios, lo que volvió más difícil la salida de la crisis para EE UU. La consecuencia más visible que tuvieron estas medidas fue la devaluación de las monedas a nivel mundial.

La crisis supuso para los ciudadanos el consumo de productos nacionales y con ello, la reducción del comercio exterior. Para 1931 la crisis financiera es ya generalizada y se comienzan a tomar medidas para recuperar la estabilidad.

En el reino Unido, se renuncia al patrón oro por gestión del ministro de economía John Keynes, medida que es imitada por la mayoría de la comunidad internacional. Y va a ser justamente el “keynesianismo” la fórmula política que salvará de la crisis a los europeos y a Norteamérica, primordialmente: El aumento del gasto privado o «New Deal » será la forma en que se logrará estabilizar los mercados y dar confianza a los inversores.

La recuperación de la crisis fue muy lenta y aunque comienza a partir de 1933, sus efectos más importantes no tendrán lugar sino hasta 1939, justo al inicio de la Segunda Guerra Mundial.

En conclusión, la crisis de 1929 fue un evento de gran magnitud que cambió el curso de la historia y dejó lecciones importantes sobre la necesidad de una regulación financiera adecuada, la importancia de una distribución equitativa de la riqueza y los peligros de la especulación financiera desenfrenada. Aunque la crisis fue devastadora, también condujo a importantes reformas económicas y políticas que ayudaron a prevenir futuras crisis de esta magnitud.