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La Convención Constitucional de Filadelfia

Publicado por Pablo

Convención de FiladelfiaA finales del año 1786, tan sólo tres años después de que finalizara la Guerra de la Independencia, la mayoría de los americanos había asumido que el Congreso de la Confederación era una institución demasiado débil para tratar los problemas sociales, económicos, políticos y diplomáticos a los que se habría de enfrentar la nación.

El Congreso necesitaba tener suficiente para, al menos, regular los impuestos, las relaciones exteriores y el comercio interestatal. No cesaron los intentos por enmendar algunos artículos originales, o para persuadir a los diversos estados de que entregaran al Congreso poderes especiales, pero todos ellos habían caído en saco roto al requerir la aprobación unánime de las cámaras estatales. Finalmente, el 21 de Febrero de 1787, el Congreso convocó una convención en la ciudad de Filadelfia con el objetivo de revisar todos sus artículos.

Cincuenta y cinco delegados de doce estados diferentes fueron pasando por la convención entre Mayo y Septiembre de aquel año -el único estado que no mandó representantes fue le de Rhode Island-, y entre ellos no faltaron algunos de los prominentes líderes revolucionarios, como George Washington y George Mason, de Virginia, Benjamin Franklin y Robert Morris, de Pensilvania, Roger Sherman, de Coonecticut, y John Dickinson, de Delaware. No menos crucial para la convención fue la aportación y el entusiasmo de otros representantes, como James Madison y Edmun Randolph, llegados también desde Virginia; Alexander Hamilton, de Nueva York; James Wilson y el Gobernador Morris de Pensilvania; y Charles Pinckney, que llegó desde Carolina del Sur.

Entre los grandes ausentes hay que citar a John Jay, entonces Secretario de la Confederación para Asuntos Exteriores, Henry Knox, secretario de Guerra; Thomas Jefferson y John Adams, ambos desempeñando labores diplomáticas en Europa; Patrick Henry y Richard Henry Lee de Virginia, que rechazaron las invitaciones; y los gobernadores George Clinton de Nueva York, John Hancock de Massachusetts.

De hecho, sólo asistieron a la convención un par de gobernadores. Las normas de la convención garantizaban un voto por cada estado, y las sesiones tuvieron lugar en la Casa del Estado de Pensilvania (hoy el célebre Independence Hall).

Quedó claro, desde los mismos inicios de la convención, que los delegados allí reunidos estaban dispuestos a ignorar las instrucciones bajo las que se había convocado tan ilustre reunión. Si bien se convocó para modificar algunos de los Artículos de la Confederación, los delegados planearon una remodelación absoluta: la creación de un nuevo gobierno nacional. Salió entonces a la luz el “Plan de Virginia”, presentado por James Madison, que reflejaba los intereses de los tres grandes estados (Virginia, Massachusetts y Pensilvania), y proponía un parlamento bicameral, con una representación, en cada cámara, basada en la población.

Los estados más pequeños se defendieron con el “Plan de Nueva Jersey”, que preservaba la institución unicameral del Congreso original. Aunque la convención lo rechazó a mediados de Junio, pronto se formó un aceptable consenso alrededor del llamado “Compromiso de Connecticut”, que abogaba por una representación igual en la Cámara Alta, y una representación proporcional en la Cámara Baja.

Con ese acuerdo como base, se encargó a dos comités la creación final de una Constitución para la nación, que fue firmada, finalmente, el 17 de Septiembre de 1787. Tal Constitución cambió radicalmente la estructura del gobierno americano, desplazando numerosas prerrogativas gubernamentales desde los estados hacia el nuevo gobierno federal.