Juan Antonio Lavalleja
Nació el 25 de septiembre de 1784 muriendo el 22 de octubre de 1853 a la edad de 69 años. Su familia de origen era española, de Huesca, su padre Manuel Pérez de La Valleja era un estanciero acomodado y su madre era Ramona Justina de la Torre, también española.
Lavalleja fue militar y político teniendo participación preponderante en la revolución independentista como líder del llamado grupo militar y político de los “33 Orientales”. Además fue presidente de Uruguay en el Triunvirato de Gobierno.
En los primeros años de su carrera militar, Juan Antonio Lavalleja mostró un fuerte compromiso con la causa independentista. Inicialmente, sus acciones estuvieron motivadas por un profundo sentido de patriotismo y el deseo de ver a su tierra libre del dominio extranjero. Participó activamente en las primeras revueltas y su habilidad para liderar tropas se hizo evidente, consolidándose como un militar de gran capacidad táctica.
Su participación militar comenzó en un alzamiento contra el Gobierno de Buenos Aires el 25 de mayo de 1811 cuando se inicia la revolución Artiguista en la llamada Batalla de las Piedras. Allí fue promovido a capitán y en esa lucha que los enfrentó a los unitarios de Buenos Aires que estaban en contra del federalismo que quería lograr la Revolución Artiguista en las provincias del Plata y en América toda, estuvo bajo las órdenes de Fructuoso Rivera que a su vez estaban bajo el liderazgo del prócer uruguayo, de la Banda Oriental y de América, el General José Gervasio Artigas.
La relación entre Lavalleja y Artigas fue compleja, marcada tanto por la colaboración como por ciertas tensiones ideológicas. Ambos compartían el objetivo de la autonomía oriental, pero sus enfoques diferían en ocasiones sobre la estructura política futura del territorio. Sin embargo, el respeto mutuo por las capacidades militares y el liderazgo de cada uno permitió mantener una alianza que fortaleció la causa independentista.
Los «33 Orientales», bajo el liderazgo de Lavalleja, realizaron una de las campañas más emblemáticas de la independencia uruguaya. Su desembarco en la playa de la Agraciada en 1825 marcó el inicio de una serie de victorias estratégicas que socavaron el control brasileño en la región. Este movimiento fue decisivo para inflamar el sentimiento nacionalista y avanzar en el proceso de emancipación de Uruguay.
En esa batalla se batió con Manuel Dorrego en los campos de Guayabos el 10 de enero de 1815 y lo derrotaron. El General Rivera luego pasaría a ser un triste traidor del General Artigas pasándose con el bando enemigo de los invasores portugueses y boicoteando de esta forma la revolución artiguista extinguiendo la esperanza de una nación americana independiente. Lavalleja lamentablemente se sumó a la firma de un documento que reconocía al emperador Pedro I de Brasil el 17 de octubre de 1822.
Esto lo demostró en 1816 durante las invasiones del Reino Unido de Portugal (Brasil) teniendo buenas batallas en la zona del actual departamento de Minas de Uruguay. Esa zona la conocía muy bien y tuvo éxito contra los extranjeros invasores. Más allá que luego empañara estas acciones con el acuerdo que firmara reconociendo junto a Lecor (brasileño) y Rivera la nueva soberanía del imperio del Brasil en relación al de Portugal.
Esto de alguna manera fue tomado como una deserción junto a Rivera de la batalla que se estaba librando contra la invasión de los norteños. De todas formas en este punto hay que tomar en cuenta las condiciones bajo las que tuvo que firmar esto y además luego con sus acciones demostraría con quién realmente estaba y no era con los invasores. Del que sí se sospecha es de Rivera que sólo buscaba poder sin importar con quién había que llegar al mismo.
Lavalleja inclusive había resistido junto a Rivera en el llamado Paso del Cuello contra un número superior de soldados portugueses pero en 1818, el 3 de abril fue apresado por fuerzas portuguesas en el arroyo Valentín, departamento de Salto. Desde allí fue confinado en Río de Janeiro y luego en las Islas Das Cobras junto con Manuel Francisco Artigas, Leonardo Olivera y Fernando Otorgués. Durante su encarcelamiento en Río de Janeiro, Lavalleja enfrentó momentos de gran incertidumbre. A pesar de las duras condiciones, mantuvo su firmeza ideológica, lo que le permitió regresar con un renovado ímpetu a Montevideo. Este período en el exilio fue un punto de inflexión que reafirmó su compromiso con la libertad de su patria, preparándolo para los desafíos que encontraría a su regreso. En ese mismo año se había casado con Ana Monterroso y luego retornó en 1821 a Montevideo sumándose al servicio de los llamados Dragones de la Unión, de los que Rivera era el jefe.
Fue en ese año que firma junto al coronel Rivera el reconocimiento al emperador de Brasil Pedro I pero se pasa a Buenos Aires en 1824 y allí se lo declara desertor por parte de las autoridades imperiales y le confiscaron sus bienes. Allí comienza otra historia que lo llevó a quedar junto con lo hecho antes en la historia uruguaya como un prócer que fue capitán del máximo líder histórico del Uruguay como Artigas y jefe de los 33 Orientales así como general de Sarandí.En su posterior carrera política, Lavalleja se desempeñó como miembro del Triunvirato de Gobierno. Durante su tiempo en el gobierno, se enfrentó a múltiples desafíos al intentar consolidar la soberanía del nuevo estado uruguayo. Sus políticas reflejaron un equilibrio entre la necesidad de estabilidad interna y las complejidades de las relaciones diplomáticas con las potencias vecinas, dejando una marca indeleble en la historia política del país.
Sus acciones continuaron en una lucha sin cesar por lograr la independencia verdadera de las provincias orientales y la liberación del imperio hegemónico e internacional. No lo logró pero quedó en la memoria y la gloria de la mejor historia del Uruguay.