Historia

La dinastía Fatimí

Publicado por Víctor

La dinastía FatimíLa dinastía Fatimí gobernó sobre Egipto y buena parte del norte de África, Arabia y Siria, en su etapa de mayor expansión, durante los siglos X, XI, y XII. Los califas fatimíes, surgidos de la rama islámica chií en la ciudad de Kairuán (actual Tunisia) y con orígenes humildes en un iluminado local, Abdallah al Mahdi, llegaron a ensombrecer a la dinastía abbasí afincada en Iraq, y tuvieron una repercusión importante en Egipto y en el Oriente Medio de su época. Catorce fueron los califas fatimíes, cuya legitimidad les venía por su supuesta descendencia de Fátima, la hija del Profeta y esposa de Alí. La relación es la siguiente: Abdallah al Mahdi (909-934), Muhammad al Qaim (934-946), Ismail al Mansur (946-952), Ma’ad al Muizz (952-975), Abu Mansur Nizar al Aziz (975-996), Husain al Hakim (996-1021), Ali az Zahir (1021-1035), Ma’ad al Mustansir (1035-1094), Al Mustali (1094-1101), Al Amir (1101-1130), Al Hafiz (1130-1149), az Zafir II (1149-1154), al Faiz (1154-1160) y Al Adid (1160-1171).

Si bien Abdallah logró extender su control sobre áreas extensas del Magreb, zonas de Tunisia, Argelia y Marruecos, en torno a Kairuán y la recién fundada ciudad de Mahdia, lo cierto es que serían sus descendientes los que lograrían llevar a su dinastía hacia el éxito rotundo. El salto cualitativo se dio con la conquista de Egipto a finales del siglo X, por parte del califa al Muizz, fundador de la ciudad de Al Qahirat, el Cairo, que se convertiría en adelante en centro administrativo y militar del califato, y que sobresalió por sus logros culturales, su urbanismo y su tolerancia con otras religiones e incluso con los rivales sunníes de los fatimíes (a excepción del califato de Al Hakim, que supuso un retroceso en tales aspectos).

Desde la capital de El Cairo, los fatimíes desplegaron una activa diplomacia y una política mercantil que perduraría durante toda la Edad Media en Egipto. Sus contactos llegaban desde Al Andalus hasta la India, espacios entre los cuales establecerían rutas comerciales que trastornarían en comercio abbasí y que convertirían Alejandría en su centro predilecto de distribución (sus mercancías llenarían los mercados de Amalfi, Sicilia, Génova, Pisa, Al Andalus, etc…). Todo este auge económico estuvo muy influenciado por la figura de los visires, que centralizaban la administración en su persona por elección del califa, y cuyo deber de sanear las finanzas y mantener el orden los convertía en personajes clave. Buena parte de la decadencia fatimí a lo largo del siglo XI se debió a la inestabilidad de la institución del visirato.

Se ha destacado la importancia que cristianos coptos, judíos y zoroastristas tuvieron en el califato fatimí. Es cierto que sus califas fueron excepcionalmente tolerantes con estos grupos, con alguna que otra excepción, hasta el punto de vincularlos a labores importantes de gobierno, que les conferían gran influencia. Salvando la etapa de Al Hakim (996-1021), califa trastornado al que se creyó con inspiración divina, judíos y cristianos medraron cómodamente con los fatimíes. Al Hakim decretó ejecuciones arbitrariamente, ideo leyes absurdas y destruyó templos sagrados, como por ejemplo, el del Santo Sepulcro de Jerusalén, a principios del siglo XI. El ejército fatimí también tuvo una composición heterogénea, así como la propia sociedad, lo que al final contribuiría a la debilidad interna del califato. De él formaban parte mercenarios y esclavos de todo tipo, negros, turcos, bereberes y persas.

Durante la segunda mitad del siglo XI, el califato fatimí entró en crisis. A los factores ya comentados, deberíamos añadir los problemas derivados de las frecuentes hambrunas que se sucedieron entonces (por ejemplo entre los años 1065-1072). En torno al 1040, los gobernantes fatimíes del Magreb se convirtieron al sunismo, separándose del califa egipcio, y creando el reino Zirid. Por si estos problemas fuesen pocos, las invasiones se continuaron en el Levante mediterráneo, primero fueron los turcos, que les arrebataron Jerusalén y toda Siria, y posteriomente los cruzados, que desde 1099 empezaron a llegar en oleadas cada vez más agresivas.

A finales del siglo XI y durante el siglo XII, los fatimíes ejercían su dominio sobre Egipto, dominio que se prolongaría hasta finales de siglo. Desde la muerte de al Amir (1130) el califato se sume en una época de oscurantismo y anarquía interior que es aprovechada por la dinastía ayyubí siria para dominar Egipto. Desde Damasco, el sultán Saladino consiguió hacerse con el poder a la muerte del último califa fatimí (1171), y reincorporar sus territorios al califa abbasí de Bagdad.