Historia

John Winthrop

Publicado por Pablo

John WinthropLa figura de John Winthrop fue la más sobresaliente de todas las que emergieron de los viajes puritanos. Paul Johnson se ha referido a él como “el primer gran norteamericano”, sin duda, por su carácter, su visión y su energía. Era hijo de un señor de Suffolk, vecino y amigo de Warwick. Un hombre alto y enérgico, cuya cara larga, grave y lúgubre causaba sin duda una fuerte impresión. Crecido en las cercanías de Cambridge, había estudiado la carrera de abogacía en Gray’s Inn, ejercido como juez de paz y, más adelante, disfrutado de un puesto en un tribunal.

Sus ideas puritanas, verdaderamente radicales, le hicieron perder ese importante puesto, lo que no le hizo variar ni un ápice sus bien arraigadas creencias. En cierto sentido, Winthrop era ya por aquella época un hombre bastante curtido en los más duros avatares de la vida. Había enterrado a dos amadas esposas, y se decía a sí mismo que “la vida que requiere afrontar pruebas y tentaciones es la más dulce”. Una temporada de reflexión le llevó a concluir que Inglaterra era una tierra superpoblada, irreligiosa y fatalmente gobernada. Que su casa estaba perdida, y la solución era Nueva Inglaterra. Winthrop, en efecto, creía que las primeras colonias fracasaron porque no habían sido lo suficientemente religiosas. Una empresa como lo colonial, concluía, sólo podía triunfar si se basaba en la religión.

De esa manera acabó por incorporarse a la compañía que, sobre unas bases puritanas, había de fundar Massachusetts. La decisión de que la colonia se gobernase a sí misma le persuadió definitivamente, por cuanto permitía la fundación de una verdadera “nueva sociedad”, al margen de la irreligiosa madre patria. Winthrop vendió todas sus propiedades para comprar su participación en la aventura, y pronto impresionó a todos los miembros de aquella empresa, hasta el punto de ser elegido gobernador de la futura colonia.

Su triunfo fue rotundo. Durante el invierno de aquel año (1630), consiguió reunir personas y barcos en número tal que conformó la expedición más grande y mejor equipada de que se tuviera memoria en Inglaterra. Cuando se hicieron a la mar, un exaltado Winthrop no hacía sino advertir la analogía de su empresa y la de un famoso episodio bíblico: la huída israelita de Egipto en busca de la Tierra Prometida.

Así, la compañía de Winthrop partió hacia América con presupuestos individuales y colectivos bien diferentes a las anteriores. El espíritu que animó a aquellos hombres no fue la esperanza de lograr beneficios inmediatos, sino el deseo de crear una sociedad nuevo, valiosa y duradera. Si bien muchos de sus compañeros habían perdido totalmente la fe en Inglaterra, no era el caso de Winthrop. Antes bien, él creía que la Iglesia anglicana se podía redimir, pero, atendiendo a su debilidad y corrupción, el acto redentor no podía llevarse a cabo en Inglaterra, sino en las colonias. Su intención era crear en Nueva Inglaterra una comunidad espiritual “ideal”, tan perfecta que su ejemplo no podría sino ser imitado por el resto de las sociedades, incluso las del Viejo Mundo. Esa fue la radical distinción entre los colonos virginianos y los fundadores de Massachusetts. Y de ello se entiende mejor la radical afirmación de Johnson acerca de Winthrop, a la que hacíamos referencia al comenzar este artículo.