El Federalismo y los Caudillos
UNITARIOS Y FEDERALES
El unitarismo o centralismo, y el federalismo son dos formas diferentes de organizar un país. En el primero, todos los niveles de gobiernen se subordinan a un poder central, con iguales leyes para todos, y sin considerar las particularidades regionales. El gobierno central concentra los poderes económicos y políticos, y las provincias son meros distritos administrativos, fiscalizados por el gobierno central.
El federalismo implica la asociación voluntaria, o federación de estados o poderes locales, que delegan algunas de sus atribuciones para formar un gobierno central. Cada provincia o estado miembro, posee su propio gobierno y sus propias leyes. El federalismo argentino, a diferencia del de Estados Unidos se conformó subordinándose las provincias al gobierno federal y a la Constitución Nacional, ya que las constituciones provinciales no pueden contradecir a la nacional, y el gobierno nacional, incluso, se reserva la facultad en casos extremos, de intervenir a las provincias. Por eso se dice que en el federalismo argentino las provincias son autónomas, y no independientes.
Tanto unitarios como federales querían un gobierno republicano, el problema era el respeto o no, de las autonomías provinciales.
ORIGEN DEL FEDERALISMO ARGENTINO
El federalismo argentino surgió como una ideología opuesta al centralismo porteño, basado en el federalismo de Estados Unidos, para lograr la igualdad de derechos entre las provincias, con economías agrícolas, sin demasiados aportes de inmigrantes y con estratos sociales rígidos.
Buenos Aires, mucho más poblada que el resto del país, salvo Córdoba, que casi la igualaba, por lo menos hasta el siglo XVIII, abierta al comercio gracias a su puerto, con estructura urbanística, con mayor inmigración era socialmente más democrática, y más influida por aportes ideológicos extranjeros. Económicamente era la provincia más fuerte.
A partir de 1820, surgieron los estados republicanos provinciales. La independencia provincial que proponían no descartaba su unión en una federación nacional. Los centralistas porteños, que habían dictado la Constitución unitaria de 1819, más conservadores, veían en el federalismo un síntoma de anarquía y de desorden. En el año citado (1820) las intendencias del litoral, Córdoba del Tucumán y Cuyo, se dividieron en provincias, organizadas en torno a las ciudades más importantes de cada intendencia. Buenos Aires fue provincia autónoma, también a partir de 1820, siendo su primer gobernador, Miguel de Sarratea, luego de que el Director Supremo Rondeau fuera derrotado por los caudillos Ramírez y López.
En 1819, la provincia de Buenos Aires contaba con 125.000 habitantes, a la que le seguía Córdoba, con 75.000.
Sin embargo entre las mismas provincias la situación no era homogénea. Montevideo, se disputaba con Buenos Aires el predominio del puerto, ya que también poseía uno. Por lo tanto su situación era similar a la de Buenos Aires, y por eso le molestaba la hegemonía de esta última.
Santa Fe era una provincia importante, influenciada por Buenos Aires, pero rivalizaba con esa provincia por no poseer un puerto propio. Por lo tanto el principal motivo de enfrentamiento con Buenos Aires lo constituyeron la navegación de los ríos y los ingresos que le representaba a Buenos Aires, la administración de la Aduana.
Escribió Juan Bautista Alberdi, en sus “Escritos Póstumos” de 1895, sobre la disputa entre unitarios y federales reduciéndola a una cuestión de aduana, ya que Buenos aires se apropiaba de todo lo producido por la aduana sin compartirlo con las provincias. Acusaba a Buenos aires de monopolizar el comercio y la aduana en detrimento de las economías provinciales.
LOS CAUDILLOS
Los jefes locales que se consagraron como líderes del federalismo, fueron los caudillos, que asumían el mando político y militar en cada provincia.
Si bien los caudillos no eran por lo general hombres cultos, los hubo militares de carrera, como Juan Bautista Bustos (Córdoba) o Alejandro Heredia (Tucumán), que además era abogado. Otros, sin ser demasiado instruidos, como el caso de Francisco Ramírez, (Entre Ríos) pusieron sin embargo, gran énfasis en el desarrollo de la educación. Tampoco pertenecían a estratos sociales inferiores, sino todo lo contrario. Martín Miguel de Güemes pertenecía a la aristocracia salteña, Facundo Quiroga poseía estancias en La Rioja, y Ramírez, el caudillo entrerriano, también gozaba de una buena posición económica.
En general, si bien los terratenientes del interior no eran tan ricos como los de Buenos Aires, su poder económico les permitió apoyarse en hombres armados, adquiriendo entonces, además de poder económico, el militar, al que pronto sumaron el poder político.
Gobernaron, con variantes, de acuerdo a la ley, pero en última instancia era su voluntad la que se imponía. La primera constitución provincial dictada en el país, fue el Estatuto Provisorio de 1819, de Santa Fe, redactada por allegados al caudillo local, Estanislao López.
Sin embargo, los caudillos deseaban la unidad nacional, por supuesto bajo el sistema federal, así lo prueban los tratados que firmaron las provincias con Buenos Aires, como los del Pilar, Benegas, Cuadrilátero y el Pacto Federal de 1831.
Más cercanos a las necesidades populares, confundiéndose su acción con la demagogia, estuvieron Ramírez, López y Güemes, mientras que muchos caudillos de las provincias del centro fueron más conservadores.
Algunas provincias, como en el caso de Corrientes, tuvieron jefes subalternos de otros caudillos, como en este caso primero de Artigas y luego de Ramírez. Algo similar ocurrió en Catamarca, con influencia de Salta, Tucumán y Santiago.
Un caudillo con características particulares fue José Gervasio Artigas, de la Banda Oriental, quien venció a los españoles de Montevideo, con un fuerte apoyo del campesinado, sobre todo indígenas y mulatos.
El plan de gobierno de Artigas preveía el reparto de tierras, entre los trabajadores del campo que no las poseyeran, lo que motivó que se enfrentara no sólo a los españoles, sino a los propios criollos, temerosos de ser desposeídos de sus propiedades. Otro rechazo que despertaba el caudillo oriental era su poder resolutivo, ya que quería la inmediata independencia de los territorios coloniales.
Artigas fue derrotado por Francisco Ramírez, y debió exiliarse en Paraguay, donde falleció en el año 1850.
HACIA UN ESTADO FEDERAL
Luego de la Constitución unitaria de 1819, que envolvió a la nueva nación en luchas internas, en 1826, se dictó una Constitución también unitaria, precedida por la Ley de Presidencia, que puso a Bernardino Rivadavia a cargo del Poder Ejecutivo Nacional. Al otro día de hacerse cargo del mando, el 9 de febrero de 1826, Rivadavia, envió un proyecto de ley al congreso, declarando a Buenos Aires capital del estado.
Con respecto a la forma de gobierno, que se establecería en la nueva constitución el congreso reunido en 1824, albergó en su seno ambas tendencias. El diputado Mansilla, que era partidario del federalismo, opinó que debía consultarse a las provincias, a través de sus diputados. Por el contrario, Agüero, de profunda raigambre unitaria, sostuvo que la opinión de los pueblos no debía influir en los hombres ilustrados, sino que son estos los que debían decidir los destinos de la patria.
Las provincias fueron consultadas, aunque simplemente a título informativo, ya que no se consideró la cuestión como vinculante. Sus opiniones fueron divididas. A favor del federalismo votaron Entre Ríos, Santa Fe, Córdoba, Mendoza, San Juan y Santiago del Estero. Por el sistema unitario: Salta, Tucumán y La Rioja. Otras provincias, como Montevideo, Corrientes, Catamarca, Tarija y San Luis optaron por someterse a lo que resolviera el Congreso. No emitieron voto ni Buenos aires ni Misiones.
Así surgió la Constitución unitaria de 1826, justificando esta forma de gobierno, a través del diputado Castro, quien sostuvo la necesidad de este sistema político ante la difícil situación en que se hallaban las provincias, sin cultura, sin economía sólida y con escasa población.
Las provincias de Córdoba, al mando del caudillo Juan Bautista Bustos, y la de La Rioja, liderada por Facundo Quiroga, resistieron con heroísmo y valor, el unitarismo y la presidencia rivadaviana. Rivadavia, ante su renuncia, fue sustituido por Vicente López, quien entregó el gobierno a Manuel Dorrego, quien asumió como gobernador de Buenos Aires, de ideas federales.
En Buenos aires, el federalismo estuvo legítimamente representado por Manuel Dorrego, pero su ideología disentía de la de los caudillos provinciales. Él creía en un federalismo sustentado en las leyes, encaminado a favorecer la cultura y la economía nacional, y no sostenido por el autoritarismo de los caudillos, como él calificaba al federalismo provincial.
Como líder unitario porteño, podemos citar a Juan Lavalle, quien se levantó contra el gobernador federal de Buenos Aires, Manuel Dorrego, en diciembre de 1828, y lo hizo fusilar. Otros unitarios que participaron activamente a partir de 1828, fueron Salvador María del carril, Juan Cruz Varela y Florencio Varela.
El fusilamiento de Dorrego, causó profundo malestar en las provincias, con excepción de Tucumán y Salta.
El hacendado y federalista, Juan Manuel de Rosas, también propugnaba la autonomía de la provincia de Buenos Aires, ostentando el cargo de gobernador con “facultades extraordinarias” entre 1829 y 1832 y entre 1835 y 1852. Reorganizó el partido federal de la provincia de Buenos Aires, de modo autoritario y restringiendo las opiniones contrarias a su gobierno. Instauró un símbolo, llamado cinta punzó, de uso obligatorio, para los empleados públicos provinciales, que llevaba inscripta la frase: “Federación o Muerte”. No sólo castigó a los unitarios, sino también a los federales, que consideraba “traidores a la causa”.
Su principal enemigo era José María Paz, de Córdoba, antiguo aliado de Lavalle, y para derrotarlo realizó una alianza con Corrientes, Santa Fe y Entre Ríos.
Paz, había participado con Bustos, el caudillo cordobés, en 1820 se la sublevación contra el gobierno porteño, pero luego ambos líderes se distanciaron y Bustos, lo desterró a Santiago del Estero. Paz se declaró partidario de la unidad de régimen, y luchó contra Bustos, a quien derrotó el 22 de abril de 1829, asumiendo como gobernador de Córdoba.
Facundo Quiroga, que procuró ayudar a Bustos, fue vencido por Paz en las batallas de La Tablada y Oncativo. Con sus exitosas tácticas militares fue absorbiendo bajo su órbita unitaria a las provincias de Catamarca, Córdoba, La rioja, Santiago del Estero, San Luis, Salta, Jujuy, Mendoza y san Juan.
Ahora las cosas estaban planteadas de modo diferente, Bajo el gobierno de Rosas Buenos Aires era federal, y la mayoría de las provincias lideradas por José María Paz, bregaban por el unitarismo.
Estanislao López logró vencer a Paz, pero Quiroga fue asesinado en Barranca Yaco, por orden aparentemente del propio López y por Reinafé de Córdoba.
Urquiza, caudillo entrerriano, puso fin a este poder despótico de Rosas, en la Batalla de Caseros, el 3 de febrero de 1852. La nueva confederación liderada por Urquiza, fue desconocida por Buenos Aires.
La Confederación Argentina, sancionó luego de reunirse en Santa Fe, en un Congreso Constituyente, la Constitución de la Nación argentina, el 1 de mayo de 1853, que consagraba como forma de gobierno la representativa, republicana y federal. Establecía garantías y derechos, además de fijar la división y atribuciones de los poderes del estado. Para capital del país, capital federal, se designaba a la ciudad de Buenos aires, nacionalizándose la aduana y sus ingresos.
Luego de la batalla de Pavón, 17 de septiembre de 1861, otra vez, en manos de Mitre se reestablece el gobierno unitario. Este presidente con la ayuda de Domingo Faustino Sarmiento realizó una lucha cruel y despiadada contra los caudillos.
El conflicto fue agudizándose a tal punto, que la provincia de Buenos Aires y la confederación argentina, formada por las demás provincias, no pudieron lograr la unificación nacional, que recién se logró a partir de 1880. La Constitución Nacional de 1853, de carácter federal, reformada, aún rige en el territorio argentino.