La Raza Aria
Los escritores antiguos identificaron distintas razas residentes en el continente europeo, diferenciándolos por sus rasgos físicos y culturales. Así los dividieron en íberos, ligures y celtas. Había además otros pueblos en el norte y en el centro europeo: los teutones o germanos, los tracios, los dacios, los letones, etc.
Analizando las diferentes razas se observó que muchas de ellas tenían rasgos culturales semejantes. La lengua literaria de la India (sánscrito) y la persa, llamada zendo, el armenio, el hitita y el frigio, según reveló un estudio en el siglo XVIII, tendrían un origen común, con la mayoría de las europeas. Los estudios lingüísticos del siglo XIX y XX proporcionaron una comprensión más profunda de la relación entre las lenguas indoeuropeas. Se observó cómo el sánscrito compartía similitudes significativas con el griego y el latín, lo que corroboró la existencia de una raíz lingüística común. Estas similitudes no solo se reflejan en el vocabulario, sino también en la estructura gramatical y las raíces verbales, afianzando la teoría de un origen compartido. Así se formó la teoría aria., que sustentó que las razas que hablaban una lengua indoeuropea, serían procedentes de Asia, más específicamente del norte del Himalaya y de allí invadieron la India, Persia y Europa.
La denominación de arios, fue acuñada por Max Müller, para referirse a los indoeuropeos, que en la India constituyen las castas superiores y es la denominación que adoptaron los reyes persas como título de honor. Max Müller, a través de su trabajo en filología comparada, impactó profundamente en los estudios culturales del siglo XIX. Aunque él mismo aclaró que el término «ario» debía ser usado principalmente en un contexto lingüístico, fue erróneamente interpretado e instrumentalizado para sustentar ideologías raciales superiores. Contrariamente a estos usos, Müller promovía un enfoque académico hacia los orígenes culturales y lingüísticos indoeuropeos.
El camino de los arios habría sido primero al centro de Europa, luego al norte y desde allí, rumbo al sur.
En el siglo V llegaron al oeste de Europa, los germanos, celtas e italiotas. Luego arribaron los letones, ilirios, dacios y helenos. Finalmente, luego de los tracios, y eslavos, lo hicieron los sármatas y los escitas. En años recientes, diversos estudios arqueológicos y genéticos han cuestionado la Teoría de la Invasión Aria, sugiriendo que no hubo un único movimiento ario invasivo. Estos estudios destacan un intercambio cultural continuado y migraciones múltiples, complicando la idea de una conquista homogénea. Así, las nuevas evidencias sugieren un mestizaje más extendido y dinámico de culturas en lugar de una expansión unidireccional.
Esta teoría es actualmente objeto de discusión ya que es improbable el origen único de todas estas razas y también que todas procedan del Himalaya.
Los arios del norte y oeste de Europa, eran guerreros nómadas, de contextura física robusta, de cabellos claros, y usaban como armas, la daga o espada y el hacha de bronce.
En los documentos literarios, contenidos en los cantos escandinavos (Eddas) se muestra la vida de los príncipes arios del norte europeo. Allí se describe los continuos saqueos de rebaños entre una tribu y otra. Las interpretaciones contemporáneas de las mitologías escandinava y germánica han desentrañado su papel en la construcción de identidades culturales. Estudios recientes examinan estos mitos no solo como narraciones históricas sino como recursos moldeadores de la identidad étnica. La revalorización de estas narrativas subraya su uso en el fortalecimiento de conceptos nacionalistas y mitos identitarios a lo largo de la historia.
La mitología relata que fue Odín, reverenciado por escandinavos y germanos quien condujo a los arios desde el Cáucaso al norte de Europa y fueron llamados bárbaros por los romanos. Estos arios vivían en peligro permanente. Eran ambiciosos y amaban el lujo y las joyas. El mar era su gran desafío. Las mujeres pasaban a pertenecer a un hombre luego de un rapto, siendo frecuente la poligamia.
Con respecto a la posesión de una religión común entre los arios, esto se sostuvo, basado en la mitología griega, en cuyos dioses se inspiraron. Sin embargo, se ha comprobado que ésta provino de los semitas de la Mesopotamia cuyos dioses llegaron a Grecia, a través de los fenicios. O sea, que la teoría de un Dios ario común es errónea. Creían en conjuros, en dioses que habitaban en la Tierra. Los buques que se lanzaban al mar, por ejemplo, lo hacían por sobre varios esclavos atados sobre tablones, que perecían aplastados, siendo así un sacrificio ofrendado para lograr buenos augurios.
En torno a esta raza tan difícil de identificar en cuanto a su unidad, y quienes la integraban, se tejió el más terrible de los mitos, que fue considerarse la raza superior. En sánscrito la palabra ario se traduce como “noble” denotando que serían superiores en inteligencia, resistencia física y capacidad creativa. Comprendería a los miembros de la raza blanca con exclusión de los semitas: judíos y árabes.
Así Gobineau, escritor y filósofo francés escribió una obra, a mediados del siglo XIX llamada “Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas” donde sostuvo que la mezcla de razas causó el deterioro de la humanidad, ya que si no hubiera ocurriera se hubiera demostrado la superioridad de las ramas “más hermosas de la raza blanca” frente a la cual las demás hubieran sucumbido. La única raza que se mantiene pura y sin mezclas, dentro de la raza aria, a la que él considera superior, es la de los germanos, residente en Francia, Bélgica y Gran Bretaña. Las ideas de Gobineau sobre la desigualdad racial influenciaron políticas e ideologías, especialmente durante el auge de los imperialismos europeos. Su obra sirvió como base para clasificaciones raciales pseudocientíficas que justificaban jerarquías étnicas, afirmando que el mestizaje era responsable de la decadencia cultural. Estas teorías conocidas como «gobinismo,» impactaron significativamente en el desarrollo de mentalidades coloniales.
Estas y otras opiniones similares, sustentadas más en delirios de poder que en razones lógicas, históricas o científicas, crearon en la conciencia de Adolf Hitler, líder alemán, un prejuicio abominable contra los semitas, que se exteriorizó durante la Segunda Guerra Mundial, con el extermino de millones de judíos.
También fue tomada por Hitler la teoría darwiniana de la evolución de las especies, afirmando que la jerarquía racial estaba predeterminada por la propia naturaleza.