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Abderramán III

Publicado por Raquel

Abderramán IIIEn el año 912 subía al trono de Al-Andalus el joven Abderramán, el tercero de ese nombre que hasta entonces había reinado en Córdoba. Con él se va a imponer el poder de los emires sobre todos los movimientos disidentes que se habían producido los años anteriores. De esta forma, su política se hacía indiscutible, hasta el punto de que en el año 929 se hizo proclamar “Califa”. Con ello ya no sólo reunía en su persona el poder político, sino también el religioso.

La situación de Al-Andalus en el momento en que Abderramán III llega al trono se puede calificar de desastrosa. Unos años atrás había triunfado la revuelta de Omar ben Hafsún, que había creado un principado independiente en torno a la ciudad de Bobastro (provincia de Málaga). La franja territorial comprendida entre el sur de Córdoba y el mar quedó en manos de los rebeldes; una cuestión ésta que había supuesto el desgaste del emirato hasta el punto de que otros territorios andalusíes también se sublevaron.

Abderramán III será quien ponga fin a la disidencia de Ben Hafsún, de sus herederos y partidarios. La toma de Bobastro y del resto de ciudades sublevadas en los primeros años de su reinado puso fin a la revuelta, lo que creó un peligroso precedente para el resto de territorios levantados en armas. De todos modos, no hay que perder de vista el hecho de que, prácticamente desde su nacimiento, el emirato de Córdoba sufrió constantes movimientos independentistas y disidentes.

En cuanto la sublevación de Ben Hafsún estuvo sofocada, Abderramán se centró en otros escenarios levantados contra su poder, como fue el caso de Badajoz y el Algarve. Esta política se enmarca dentro de un profundo movimiento por parte del emir de reafirmar su poder, para hacer de Al-Andalus una nación poderosa. Por ello, su primer objetivo fue la sofocación de todos los puntos que cuestionaban su poder. En el caso de Badajoz, el disidente Al-Yilliqu contó con el apoyo de Alfonso III, rey de León. La intervención cristiana le valió a Abderramán para llevar a cabo campañas de expedición contra los reinos del norte peninsular, sobre todo en territorio leonés.

Abderramán III no solo destacó por su capacidad militar y estratégica, sino también por su visión política y administrativa. Durante su reinado, implementó reformas que fortalecieron la economía de Al-Andalus, promoviendo la agricultura y el comercio. Además, impulsó la construcción de infraestructuras y obras públicas, mejorando la red de carreteras y puentes, lo que facilitó la comunicación y el transporte en todo el territorio.

Una vez sofocadas todas las revueltas internas, el poder de Córdoba era incontestable. De esta manera, como ya se ha comentado, en el año 929 Abderramán III se proclamaba “Califa”. Esta circunstancia se debió a varios factores. Por un lado, desde el punto de vista interno, se vio favorecida por las victorias militares sobre la disidencia. Por otro, la lejanía de Al-Andalus respecto a Bagdad, donde residía el único califa del momento, animó a Abderramán III a proclamarse jefe religioso. En los mismos años, además, surgía en Egipto el denominado “Califato Fatimí”, igualmente en contestación al poder de Bagdad.

La labor de Abderramán III ya como Califa estuvo centrada, sobre todo, en la diplomacia. Suya fue la construcción de la ciudad palaciega de Medina Azahara, a pocos kilómetros de Córdoba. Fundada en el año 936, se convirtió en la sede del poder califal, a ella llegaban embajadores de todas las naciones, algunas incluso tan lejanas como el Imperio Bizantino o el reino de Alemania.

Bajo el mandato de Abderramán III y también en el de su sucesor, Alhakem II, Córdoba vivirá su momento de mayor esplendor. La mezquita de la ciudad vivirá una nueva ampliación, tal y como ya habían hecho antecesores suyos. Además, las murallas y las numerosas puertas de la medina se embellecieron para recibir a los embajadores llegados a Al-Andalus.

En estos años, los califas también desarrollarán una amplia actividad de mecenazgo. Bajo el amparo real, surgieron nombres de importantes filósofos, músicos y literatos que contribuyeron al esplendor del mundo musulmán en la Península. Fue el caso de Ben Maserra o Ziryab, que cultivaron el idioma árabe en su forma más culta en diferentes disciplinas.

Este esplendor cordobés continuará bajo el mandato de Alhakem II, hasta que a su muerte se produzca una importante crisis política, que desembocará en la toma del poder por parte de Almanzor. Comenzaría entonces una nueva etapa en el Califato de Córdoba, algo alejada ya de las altas cotas de prestigio de sus primeros años de vida.

Además de su labor como gobernante, Abderramán III fue un gran patrocinador de las artes y las ciencias. Durante su reinado, Córdoba se convirtió en un importante centro de estudio y cultura, atrayendo a eruditos de todo el mundo musulmán. Se crearon bibliotecas y escuelas, y se tradujeron al árabe importantes obras de la antigüedad clásica. Asimismo, se fomentó el desarrollo de la medicina, la astronomía, la filosofía y la poesía, entre otras disciplinas.

La figura de Abderramán III es clave para entender la historia de Al-Andalus. Su reinado marcó una época de estabilidad y prosperidad, y su legado perdura en la rica herencia cultural y arquitectónica que dejó en Córdoba y en todo el territorio de Al-Andalus.