La independencia de Jordania
La derrota del Imperio Otomano en la Primera Guerra Mundial trajo consigo un cambio geoestratégico en toda la zona de Medio Oriente. Para conseguir el apoyo de los pueblos árabes que habitaban la región, los británicos habían prometido que apoyarían la creación de un Estado árabe que abarcara desde el Iraq actual, hasta lo que hoy es Israel.
Sin embargo, esta promesa del gobierno británico iba a quedar finalmente en papel mojado. De hecho, ya durante la Gran Guerra, el Reino Unido había jugado a tres bandas: mientras prometía el apoyo a los árabes, hacía lo propio con los judíos que soñaban con la aparición del Estado de Israel y, a su vez, negociaba con los franceses la forma de repartirse la zona cuando finalizaran las hostilidades (Acuerdos Sykes – Picot).
Efectivamente, al terminar la guerra, franceses y británicos procedieron a dividir la zona de acuerdo con sus intereses. Gran Bretaña, con el apoyo de la entonces Sociedad de Naciones, debía ejercer el mandato sobre un amplio territorio: Israel, Jordania, Cisjordania, Gaza y Jerusalén. Así, dominaban un terreno que iba desde Iraq hasta Palestina.
Ya en 1922, el Mandato Británico fue dividido en dos por decisión de los dirigentes de las Islas. Al mando de cada una de las regiones colocaron a sus antiguos aliados que habían dirigido la llamada Rebelión Árabe frente a los otomanos. Al frente de la Transjordania,zona al este del río Jordán, fue colocado el príncipe Abdalá I, hijo del Sherife de La Meca, Husayn, líder de la revuelta.
Sin embargo, el mandato de Abdalá era más bien nominativo. El reino continuaba en realidad en manos británicas. Esto continuó así hasta el término de la Segunda Guerra Mundial y la convulsión que supuso en toda la zona la creación del Estado de Israel.
Por una parte, el mandato británico establecido por la Sociedad de Naciones expiraba el 22 de Mayo de 1946. Tan solo tres días después, Abdalá I declara la independencia de su país y se corona como el primer rey de un Estado que abarcaba solo el territorio al este del río Jordán, aunque sus pretensiones iban más allá, ya que pretendía resucitar la vieja idea de su padre de crear un Estado que comprendiera Siria, Transjordania e Irak.
Esta independencia, en cualquier forma, no supuso que los británicos perdieran su influencia, ya que el nuevo Estado quedó atado a ellos mediante un tratado militar especial, que iba a durar hasta 1957.
Los primeros años de Transjordania no fueron tranquilos. La creación del Estado de Israel, en unos territorios que Abdalá pretendía algún día incorporar a su reino, al menos Cisjordania, provocó un seísmo en la zona. Aunque Abdalá I, bastante mal visto por los árabes, fue de los pocos en aceptar el Estado hebreo y la partición de Palestina, la presión popular y de otros países de su entorno hizo que Transjordania participara en la guerra de 1948 junto con otros países árabes contra Israel.
De esta guerra, tras la firma de la paz, el joven país salió bastante bien parado. De hecho, consiguió el control de Cisjordania y en 1950 adoptó su nombre actual, Reino Hachemita de Jordania.