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Andrés Manuel del Río Fernández

Publicado por Helena

Antonio Manuel del Río FernándezAndrés Manuel Del Río Fernández nació el 10 de noviembre de 1764 en la ciudad de Madrid, (España). Desde muy joven demostró inquietudes por la química y con todo lo relacionado con esta disciplina. Estudió minería en España para posteriormente trasladarse a Francia y a Alemania, donde continuaría sus estudios. También se dice de este autor, aunque no es una información contrastada, que fue discípulo del que se considera hoy en día como padre de la química, Antoine Lavoisier, y que abandonó su tutela, cuando este fue perseguido por las autoridades y ejecutado en la guillotina.

En el año 1792 fue inaugurado el Real Seminario de Minería de la Nueva España por orden del rey Carlos III de España, con objeto de mejorar la explotación minera en la zona. Andrés Manuel Del Río Fernández fue seleccionado para dirigir este seminario, un honor que demostraba su prestigio y reconocimiento en el campo de la minería y la química.

Tras ocupar la cátedra de minería de la nueva institución, desarrolló su carrera de un modo brillante. Allí ejerció como docente y dirigió el Seminario de Minería, temporada en la cual realizó numerosos estudios y novedosos métodos de prospecciones mineras. Durante su tiempo en el seminario, Del Río Fernández también realizó investigaciones sobre la geología y los recursos naturales de la Nueva España, contribuyendo a un mejor entendimiento de la riqueza mineral del territorio.

Además, como parte de su meritoria vida podemos encontrar que escribió el primer libro de minerales que se hizo en toda América, esta fue “Elementos de Orictognosia”, que además se considera por muchos el mejor libro de mineralogía escrito en España y por un español. Este libro, que fue un hito en la historia de la mineralogía, se convirtió en un texto de referencia para los futuros estudiosos de la disciplina.

En 1820, Fue elegido diputado electo del Parlamento Español. En esta etapa se mostró como un defensor a ultranza de sus ideas liberales, abogando siempre por la independencia de los territorios de “Nueva España”, a la que calificaba como “su patria”. Durante su tiempo en el parlamento, Del Río Fernández también luchó por la mejora de la educación y la ciencia en la Nueva España, convencido de que estos eran los pilares para el desarrollo de una nación.

Tras la independencia de México, y después de una serie de acontecimientos turbulentos en los que se dio una guerra con España, el gobierno de México decretó en 1829 la expulsión de los españoles del país. Sin embargo se hicieron excepciones con personalidades a las que se consideraba mexicanos de adopción, entre los que se encontraba Don Andrés. Sin embargo, ante la injusticia de que varios de sus compañeros fueran expulsados sin una razón lógica aparente, decidió exiliarse con ellos en la ciudad de Philadelphia de los EEUU, regresando finalmente en 1834 a México.

Cuando contaba con 84 años de edad, y después de una vida llena de logros académicos, murió en México entre alabanzas de los que el consideraba sus paisanos mexicanos. Su legado, sin embargo, perdura hasta el día de hoy, no solo en el campo de la minería y la química, sino también en la historia de México y de la ciencia en general.

Entre sus logros más importantes estuvo el del descubrimiento del vanadio. Y este hecho, tan importante por las consecuencias futuras del mismo, ocurrió de la siguiente manera:

Allá por 1801, estaba Don Andrés examinando muestras minerales procedentes de Zimapán, que a día de hoy estaría en el estado de Hidalgo (México) cuando se dio cuenta que había hecho un gran descubrimiento: Este consistía en un elemento metálico de color rojizo al que llamó eritronio, porque eritro en griego significa rojo.

Sin embargo, no prosperó este nombre ni su descubrimiento, y en 1830, el doctor Nils Gabriel Sefström lo redescubrió, y lo rebautizó con el nombre de vanadio, en honor a una diosa escandinava de la belleza. El propio Don Andrés comentaría irónico que un elemento importante como este, llevaba un nombre con nacionalidad equivocada y que no de una divinidad escandinava sino de la tierra mexicana debería llamarse, por ser en esta tierra donde se encontró.

La obra de este mexicano de alma, le daría grandes éxitos a la nación mexicana, contribuyendo a la construcción de la patria, con sus descubrimientos, su espíritu y todo su ser. Su dedicación a la ciencia y a su país adoptivo, así como su compromiso con la verdad y la justicia, hacen de Andrés Manuel Del Río Fernández una figura inspiradora y un verdadero héroe de la ciencia.