Francisco Pizarro
Su nombre completo fue Francisco Pizarro González y nació en Trujillo, Cáceres, España, el 16 de marzo de 1476 muriendo en Lima, actual Perú, el 26 de junio de 1541.
Francisco Pizarro creció en una situación económica modesta, siendo hijo ilegítimo de un capitán de infantería, Gonzalo Pizarro, y una campesina, Francisca González. Estas circunstancias familiares vulnerables marcaron su infancia, forzándolo a adaptarse y sobrevivir en un entorno adverso.
Desde joven, fue conocido por su tenacidad, lo que posteriormente influyó en su determinación para buscar fortuna en las Américas.
Protagonizó la conquista de Perú explorando la zona siendo el gobernador de lo que en esa época era Nueva Castilla (Perú hoy). La sede de ese gobierno era en Los Reyes, actual capital de Perú, Lima.
Se lo recuerda principalmente por haber conquistado el imperio Inca haciendo alianzas con caciques locales, logrando que esa zona sea sometida al imperio español.
Era conocido como Apu, que en el idioma nativo de los indígenas quería decir “jefe”, “Señor” o “General”, también como Machu Capitán o “Viejo Capitán” por parte de los indígenas.
Su niñez se caracterizó por ser difícil en la medida que fue pobre, iletrado y criador de cerdos. A partir de los 20 años se alistó en los tercios españoles que estaban al mando de Gonzalo Fernández de Córdoba. Allí fue que participó en las campañas de Nápoles en contra de los franceses.
A principios del 1500 llega a América en lo que fue la expedición de Nicolás de Ovando quien era el nuevo gobernador de La Española. Se sabe poco de estos primeros años de Pizarro en América pero se presume que tuvo participación en la llamada “pacificación” de la Española.
De ser un simple soldado poco a poco fue participando de más expediciones por América pasando por América Central, Colombia, transitando también por el Pacífico que en aquel entonces era denominado como Mar del Sur, hablo del año 1513.
En los años siguientes se destaca entre el 1519 y el 1523 que fue encomendero y alcalde de la ciudad de Panamá y participó además del arresto de Vasco Núñez de Balboa ejecutando una orden de Pedro Arias de Avila que era en ese momento el Gobernador de Castilla de Oro.
Según las fuentes Pizarro no había hecho fortuna y en 1524 se asocia con Diego de Almagro y Hernando de Luque con el objetivo de conquistar el Imperio Inca del Perú que en aquel entonces se lo llamaba “El Birú”. Fue así que él se encargó de la parte militar de la expedición comandándola y sus socios de las finanzas por un lado y por otro de las provisiones y abastecimiento militar. Pero no existe seguridad de que habría habido otro financista de la expedición hacia Perú que no habría querido figurar de forma oficial, este era el licenciado Espinosa.
La colaboración entre Francisco Pizarro y Diego de Almagro no solo se basó en conquistas conjuntas, sino también en una compleja relación personal que incluyó rivalidades. A pesar de los desacuerdos, su capacidad de trabajar juntos en situaciones extremas resultó fundamental para los logros alcanzados en la expedición al Perú.
Hernando de Luque proporcionó apoyo financiero y sacerdote, fortaleciendo el proyecto con recursos esenciales.
Luego de pasar unos años recorriendo interminables distancias sin lograr nada varios de los hombres de la expedición desertan y allí se produce un hecho que queda marcado en la historia. Este se caracterizó por la actitud de Pizarro de trazar una línea en el suelo invitando a sus hombres a cruzarla demostrando así quiénes seguirían con él y quienes desertarían. Sólo 13 hombres cruzaron la línea y éstos se transformarían en los llamados “Trece de la Fama” o “Trece Caballeros de la Isla de Gallo”.
Luego de esperar junto a sus hombres fieles un tiempo llegan refuerzos enviados por sus socios y en el 1531 emprenden su camino hacia territorio inca en la búsqueda de los famosos tesoros que ese imperio escondía. Junto a 180 soldados y 37 caballos logró capturar a Atahualpa el 16 de noviembre de 1532. En esos momentos el imperio inca se hallaba en un conflicto interno por el poder del gobierno ya que había muerto Huayna Cápac y sus sucesores se enfrentaron por el trono, éstos eran Atahualpa y su hermano Sapa Inca Huáscar.
Durante la captura de Atahualpa, Pizarro utilizó estrategias diplomáticas y militares para su logro. Engañó a los incas con un encuentro supuestamente pacífico y aprovechó el caos resultante para capturarlo.
La exigencia de un cuantioso rescate en oro y plata dejó una huella profunda en la historia de los incas, marcando el final de su independencia.
Allí fue entonces que se alió con las fuerzas de Huáscar teniendo prisionero a Atahualpa a quien ejecutó más adelante. Túpac Hualpa fue nombrado por él mismo Inca y de esta forma marcha hacia Cuzco en 1533 ocupándola y estableciendo allí mismo su descendencia luego de contraer matrimonio con la hija de Huayna Cápac, Quispe Sisa, a quien se la bautizó como Inés Huaylas Yupanqui. Con ella tuvo una hija a quien llamó Francisca Pizarro Yupanqui y un hijo llamado Gonzalo.
Luego consolidó su hegemonía en la zona con la fundación de la Ciudad de los Reyes en 1535 que luego sería Lima, actual capital del Perú. Allí fue que es nombrado marqués por la corona española en retribución a sus logros.
La administración de Francisco Pizarro en el Perú se caracterizó por un enfoque autocrático. Implementó un sistema que favoreció a los conquistadores, en detrimento de los pueblos indígenas.
Las tensionadas relaciones con otros conquistadores, por disputas territoriales y de poder, provocaron guerras civiles internas que definieron su mandato en la región.
Luego se suceden batallas entre los españoles en la lucha por el poder y la hegemonía en el Perú y luego de éstas Pizarro logra consolidar su poderío y establecer las colonias logrando además una inmensa fortuna.
La muerte de Francisco Pizarro, a manos de los partidarios de Almagro el Mozo, fue un evento que desestabilizó temporalmente el control español en Perú. Su asesinato, en Lima en 1541, fue consecuencia directa de las rivalidades internas y las luchas de poder que caracterizaron las primeras décadas de la conquista.
Esta pérdida, sin embargo, no detuvo la consolidación del Imperio Español en las Américas, pero sí propició cambios en la estructura de poder colonial.